martes, 14 de enero de 2020


IRONÍA

PARA ÉL ES UN TEMA RECURRENTE, AMARLA, sin la medicación de ningún tipo de sentimiento que podría arruinarlo todo en futuro no muy lejano. Pero le pone un empeño sumamente importante, por ejemplo: al detalle de los ojos de ella, los compara con el cielo nublado de una tarde de lluvia en Buenaventura. Él no se estremece cuando la ve. Ella lo sabe. Pero eso no le importa, ella está segura de que él la ama; aún en esos días violentos cuando el suicidio ronda por la cabeza de él. Nadie le creería que lo conoció justamente un día que se arrojó a la carretera para morir. Ella le gritó desde la acera. Tal vez él confundió la voz de ella con la de muerte. A lo mejor, él pensó que ya estaba muerto, que todo lo veía en ese instante, no era más que un estado de conciencia; vago, indudablemente, para lo que él pensaba encontrarse en el más allá. Ella lo abrazó. Lloró junto a él. Le suplico que no muriera aún. Él sonrío. Sus ojos se agrandaron. Posó la mano derecha en el rostro de ella. Acercó sus labios. La beso. Ella correspondió tímidamente. Se levantaron. Se miraron. Un camino largo les esperaba. Las calles estaban estaban oscuras, vacía; continuarían así por el resto de sus vidas.     


Jefferson Perea Madrid

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