miércoles, 17 de julio de 2019


                          
                       NUESTRO PARO: UNA ESPERANZA QUE SE ABRE CAMINOS


El paro cívico como un fenómeno ejercitado por un amplio sector de la sociedad, es la prueba más evidente de un pueblo que pesar de vivir en condiciones infrahumana, se abre camino en medio de todas las circunstancias desalentadoras, (alcaldes presos, líderes comunitarios que venden al pueblo a cambio de un plato de lenteja, puertos que se levantan en inmediación a la comunidad, pero de espalda a ella), se esfuerza en construir la imagen propia de su dignidad.
Sin embargo, ninguna obra valiosa elaborada por la estirpe humana es el resultado de la pasividad. En este contexto, debe existir una necesidad imperante que nos aliente a desarrollar procesos críticos, reales, que se vinculen al eje central del comité del paro cívico: construir un modelo de ciudad que respondan a las exigencias más elementales de los ciudadanos.  Este proyecto debe estar enmarcado en unas políticas claras, en una idea envolvente, al margen de toda metafísica, porque la dignidad no es inherente al hecho de ser humano, sino por el contrario, porque somos humanos tenemos la posibilidad de construir nuestra dignidad, pero no una dignidad en el sentido religioso, ni la dignidad que ofrecen los políticos, sino una dignidad que viene dada por la participación de la comunidad en los recursos básicos y necesarios: salud, educación, agua potable, zonas verdes, territorio, seguridad laboral y social, etc..
Por todo esto es necesario asumir el proyecto del Paro Cívico, como una responsabilidad de todos. Porque el Paro Cívico será histórico en la medida en que se pueda hablar de un antes y después, será histórico en la medida en que las instituciones educativas articulen dentro  de su proyecto educativos el proyecto del paro cívico;  si la Universidad  del Valle y la Universidad del Pacífico un año después del paro no ha implementado espacios permanentes  de debates, coloquios, conferencias, foros e investigación en torno a los acontecimientos de los 22 días que duró el paro cívico, esas universidades, infortunadamente están de espaldas a la comunidad, incluso, de una forma más vergonzosa,  que aún persiste en  los Puertos Marítimos.
Si en los colegios públicos y privado no se fomenta la creación de una conciencia frente a los acontecimientos del Paro Cívico, es seguro que las próximas generaciones estarán incapacitadas moral e intelectualmente para defender la Región con una vocación de honestidad y respeto. Es que el paro cívico es biológicamente histórico, (no es gratuito, tiene un nacimiento)  no por el sólo hecho de que haya sido un fenómeno masivo que se vivió casi que a flor de piel en los medios de comunicación, que se intensificó también por la solidaridad internacional a través de la redes sociales, el paro cívico es histórico porque asume el clamor de un Sofonías  Yacup por ese Litoral Recóndito; revitaliza ese espíritu de caridad y compasión de Monseñor Gerardo Valencia Cano por los más necesitado. Este proyecto quiere mejorar esos caminos que un día recorrió descalzo Teófilo Roberto Potes: el Paro Cívico, recoge ese clamor de un pueblo que históricamente ha sufrido la marginalidad y el abuso de quienes lo explotan. 
Hoy más que nunca es necesario proteger el proyecto del comité del Paro Cívico  que, como una bomba de oxigeno  mantiene viva a la Buenaventura de Martan Góngora:  esa negra sirena del mar,  es necesario protegerlo de los  políticos mentirosos, de los lobos que se visten de líderes  de la comunidad; es necesario, incluso, proteger el Proyecto, si en algún momento alguno de los que hemos participado activamente nos infectamos con el virus de la corrupción que desafortunadamente está de moda en Colombia, además,  es el síndrome, principal, a mi juicio, contra el que se  levanta el nuestro Proyecto,  Paro Cívico.